Actualizado el lunes, 8 agosto, 2022
Tres fragmentos sobre mujeres de tres autores famosos para hablar de la historia del género femenino.
Para entender el mundo usualmente volvemos a los discursos en los que ha ido tomando forma. En esas lecturas se esconde la esperanza de que lo que otros nos revelen de su mundo nos ayude a interpretar el nuestro. Unos fragmentos pueden ser sencillos de interpretar y otros plantean la necesidad de preguntarse cual es el tipo de revelación que nos presentan y cómo estudiarlas en un tiempo diferente. Algunos de los que nos proporcionan ejemplos de confusión son fragmentos sobre mujeres (y a menudo nos ponen en conflicto a las lectoras con los autores en los que buscamos sentido). No es posible pasar por algunas obras sin toparse con ellos.
Hemos escogido tres libros de autores conocidos y aún estudiados que ejemplifican esta posición difícil. Escritos a modo de ensayo o (en una forma) de autobiografía, nos presentan discursos en donde hay a la vez sensatez y controversia. Ninguno de estos autores seleccionados tienen una unidad de sentido. Estos fragmentos sobre mujeres que traemos tampoco nos revelan lo que pensaban inequívocamente estos autores. Descifrar esto no es el juego que proponemos. Lo que queremos hacer es acercarnos a estas líneas que plantean conceptos y, como juego crítico pero también creativo, entrever la conexión entre estas formas de hablar de las mujeres con otras más populares.
Las obras del amor (1847), Kierkegaard
Esta obra no está escrita bajo un pseudónimo ni tiene el humor y la ironía de otras de las obras escritas por Kierkegaard (y firmadas con otro nombre). El tema es particularmente el amor en el cristianismo. Este amor solicita que extendamos los lazos a los «vecinos» a los que vemos desde cierta distancia y en esa distancia desconocemos.
Hay otras formas de amor, pero como tal la única finalidad del amor (concretamente en el cristianismo) es modificar el mundo interno. Por esa razón Kierkegaard no está interesado en las modificaciones sociales (exteriores, en su forma de entender) de la vida humana. Ante Dios la mujer es igual al hombre y ella ha respondido ya frente a Dios las mismas preguntas. Ningún cambio material es necesario ni es tampoco una finalidad del cristianismo. Aquí uno de los tres fragmentos sobre mujeres:
Qué batallas ha habido para establecer de una manera mundana a la mujer en igualdad de derechos con el hombre: pero el cristianismo solo hace cambios infinitos y, por lo tanto, en silencio. Exteriormente, lo viejo permanece más o menos. El hombre debe ser el amo de la mujer y ella servil a él; pero por dentro todo cambia, cambia por medio de esta pequeña pregunta a la mujer, si ella ha consultado con su conciencia acerca de tener a este hombre, como amo, porque de lo contrario no lo tendrá. Sin embargo, la pregunta de conciencia sobre la materia de conciencia la hace interiormente ante Dios absolutamente igual al hombre (…) En nombre del cristianismo los necios se han ocupado de hacer obvio de una manera mundana que la mujer debe establecerse en igualdad de derechos con el hombre; el cristianismo nunca lo ha requerido o deseado. Ha hecho todo por la mujer, siempre y cuando ella cristiana esté satisfecha con lo que es cristiano; si no está dispuesta, entonces por lo que pierde solo obtiene una compensación mediocre en un sentido mundano.
Works of Love, página 112, 113.
Hay que contrastar estas palabras de Kierkegaard con el resultado de su trabajo. Si bien no es un autor feminista, se puede conectar su obra en algunos otros puntos con el porvenir de las mujeres (y las subjetividades): abrió paso para el individuo y con ello para el existencialismo.
El origen del hombre (1871), Darwin
Esta obra cambió la historia del pensamiento, por ello se convierte en uno de los mejores ejemplos para ver el alcance de la experiencia social en el trabajo de todos, inclusive en el de los autores más destacados .
No hay una forma definitiva de saber qué pensaba de las mujeres o por qué expresaba publicamente cierto tipo de ideas. Probablemente el asunto es mucho más complicado que un fragmento. Sin embargo, he aquí uno de los más controvertidos:
La distinción principal entre los poderes intelectuales de los dos sexos es visible en la capacidad del hombre frente a la mujer de ser eminente en lo que sea que se proponga, requiera esto de pensamiento, razón o imaginación o simplemente el uso de los sentidos y de las manos. Si se crearan dos listas de los hombres y mujeres más eminentes en la poesía, pintura, escultura, música (composición e interpretación), historia, ciencia y filosofía con media docena de nombres en cada área, las dos listas no serían comparables. Entonces se puede inferir de la ley de la desviación de los promedios, tan bien ilustrada por Galton en su trabajo sobre El genio hereditario, que si los hombren son capaces de la preeminencia sobre las mujeres en muchos temas, el promedio del poder mental de un hombre debe estar por encima del de la mujer.
The Descendant of Man, página 564.
La relación de Darwin y las mujeres posiblemente no pueda ser descifrada. Están sus obras, pero también sus cartas. Algunos investigadores que han trabajado con la correspondencia han encontrado intercambios con más de cien mujeres, muchas de ellas científicas, a las que al parecer ofreció apoyo. Algunos hablan de una presión social en una época en la que que posiciones como la de Poullain de la Barre (autor de La igualdad de los sexos) eran objeto de burlas para explicar al menos parcialmente la posición de Darwin en sus obras.
Habría que recordar, si se cree en la necesidad de la proporción, lo que algunas personas destacan de esta obra de Darwin. Introdujo el factor de la selección sexual en el curso de la evolución y tuvo en cuenta los condicionamientos de tal selección impuestos por la cultura humana. Esto le abrió «espacio» a una forma de aproximación a la sexualidad en la antropología y los estudios de género.
Ecce Homo (1908), Nietzsche
La última obra de Nietzsche, descrita como una suerte de autobiografía, ofrece la interpretación del autor sobre su propia obra y retoma algunos puntos de sus libros anteriores. Quizá el fragmento dedicado a las mujeres más conocido escrito por este autor está ubicado en Así habló Zaratustra. Sin embargo, aquel libro, escrito a medio camino entre la narración y el aforismo, presenta problemas muy complejos de interpretación. Por eso nuestra selección es un fragmento de Ecce Homo. En este último libro el autor vuelve a lo que ha dicho Zaratustra y presenta una interpretación de las «mujeres».
Una vez más (como en otras de sus obras) hay espacio para hablar de esta figura que apareció en varias secciones de su obra y que los biográfos conectan a la historia de sus intereses amorosos, su madre y hermana :
La mujer es indeciblemente más malvada que el hombre, también más
lista; la bondad en la mujer es ya una forma de degeneración. Hay en el fondo de todas las denominadas «almas bellas» un defecto fisiológico, no lo digo todo, pues de otro modo me volvería medio cínico. La lucha por la igualdad de derechos es incluso un síntoma de enfermedad: todo médico lo sabe. Cuanto más mujer es la mujer, tanto más se defiende con manos y pies contra los derechos en general: el estado natural, la guerra eterna entre los sexos, le otorga con mucho el primer puesto. ¿Se ha tenido oídos para escuchar mi definición del amor? Es la única digna de un filósofo. Amor, en sus medios la guerra, en su fondo el odio mortal de los sexos (…) ¿Se ha oído mi respuesta a la pregunta sobre cómo se cura a una mujer, sobre cómo se la «redime»? Se le hace un hijo. La mujer necesita hijos, el varón no es nunca nada más que un medio, así habló Zaratustra. «Emancipación de la mujer», esto representa el odio instintivo de la mujer mal constituida, es decir, incapaz de procrear, contra la mujer bien constituida; la lucha contra el «varón» no es nunca más que un medio, un pretexto, una táctica. Al elevarse a sí misma como «mujer en sí», como «mujer superior», como «mujer idealista», quiere rebajar el nivel general de la mujer; ningún medio más seguro para esto que estudiar bachillerato, llevar pantalones y tener los derechos políticos del animal electoral.
Ecce Homo, 43.
No hay que olvidar que Nietzsche también propone en gran parte de su obra que los juicios de valor son más bien ejercicios de convención. Esto tiene el propósito de liberar al «hombre» (el ser humano, más bien) de sí mismo y ha sido una herencia importante también para las mujeres, los estudios de género y para cualquiera que quiera emanciparse de una convención caduca.
Concluir a pesar de la dificultad
Estas obras y estos fragmentos sobre mujeres no han pasado desapercibidos por lectores y críticos. Se han escrito numerosos libros y artículos que abordan cada caso. Hay una extensa variedad de reacciones e interpretaciones sobre las obras y los hombres detrás de estos ejercicios. Algunos los reprochan y otros los redimen. No parece sencillo escoger y tampoco parece que esquivar estas obras al volver a la historia del conocimiento sea posible. Lo que podemos decir con seguridad es que nos queda en estas obras una parte de la historia del género en el mundo occidental.