Poz boy

Actualizado el lunes, 14 marzo, 2022

Una de las caras de las jerarquías de género, como se puede prever sencillamente, es la masculinidad. Un relato en primera persona nos revela una historia masculina en la comunidad gay: la vida laboral, recreativa… y el VIH. (Al menos en las estadísticas oficiales, un mayor porcentaje de hombres vive con el virus).

Inicié mi vida sexual a los 14 años. Solía ser muy precavido cuando era joven, estaba informado acerca de las distintas enfermedades de transmisión sexual y la promiscuidad nunca me llamó la atención porque me apegaba fácilmente. A los 19 años conseguí un trabajo en un call center. No tenía la necesidad de hacerlo, pero quería ganar mi propio dinero. La industria del servicio al cliente es brutal, en los pisos donde se contestan llamadas el aire huele a infelicidad; el alcohol y las drogas son comunes porque, cuando el trabajo es desmoralizante, la gente intenta huir de su realidad. Las salidas a rumbear, y sus subsecuentes borracheras, se volvieron frecuentes. Estuve expuesto repetidamente a la cocaína, pero rechazaba el pase con un sonriente no, gracias.

Adicción en la insatisfacción

La monotonía, el desaliento y la insatisfacción crean un veneno infecto. Quería ser fuerte, así que decidí ignorar mis emociones y me obligué a desensibilizarme para soportar el estrés y el constante abuso verbal de los clientes. Quería llorar, pero no podía. Algunos días eran tan abrumadores que llegaba a casa a cortarme los muslos con un bisturí. Eventualmente, tras siete meses en ese trabajo, sucumbí, y acepté el pase de coca, muy amablemente ofrecido en la esquina de la discoteca por mi supervisor.

Fue increíble. Bebí todo lo que quise, no me emborraché y bailé toda la noche. Coca… No eras tan mala como pensé. Se volvió mi amiga. Pero, como muchas relaciones, el amor se torna insostenible tras unos años. Para los 22 me estaba metiendo líneas de cinco centímetros en cada fosa nasal. El efecto era fugaz, así que para sentir algo cada vez olía más y más. Finalmente llegó la sobredosis.

Me asusté. Suspendí el consumo durante unas semanas mientras se llevaban a cabo los electrocardiogramas prescritos por el médico, sin embargo, apenas se determinó que el daño no fue permanente, ahí estaba… Nuevamente encerrado en un baño metiendo líneas. Era innegable: el efecto ya no estaba ahí. Esto ya no me hace nada sino despertar con dolor de cabeza y la nariz tapada… Las rumbas y el consumo empezaron a declinar, pero, el estrés laboral y las ganas de escapar de mi realidad seguían presente.

Un nuevo descubrimiento

Llegué a casa un sábado en la noche después de turno. Cansado y amargado. Empecé a ver porno para distraerme. Terminé descubriendo una red social diseñada exclusivamente para hombres que buscan tener sexo bareback. Tengo que ver. La curiosidad me ganó. Creé un perfil y empecé a explorar el sitio. Sentía la adrenalina, el corazón me latía a mil, la quijada abierta y babeante. No podía creer lo que veía. Quería hacerlo, quería participar.

Abruptamente cerré el computador… Dos líneas de pensamiento se cruzaban en mi cabeza.

Yo Racional.—Sabes muy bien lo que significa empezar a hacerlo bareback.

Yo Impulsivo.— Quiero hacerlo.

Yo Racional.—¡No me ignores! Significa hacer paz con el hecho de que, tarde o temprano, vas a tener VIH.

Yo Impulsivo.—De algo nos tenemos que morir. Quiero hacerlo. YOLO.

Yo Racional.—¿Seguro? Porque una vez lo tengas es para siem…

Yo Impulsivo.—¡Cállate! ¡Odio mi trabajo, soy incapaz de tener una relación significativa y me siento sexualmente frustrado! ¡Necesito algo que me haga sentir bien! ¡Quiero hacerlo! ¡Jódete!

Sin protección

Vamos a aceptar una verdad, porque independientemente de nuestra orientación sexual, la gran mayoría de adultos sexualmente activos llegan a la misma conclusión: el sexo con condón apesta. Es restrictivo, condicional, como comerse un helado sin sacarlo del empaque. De los 14 a los 22 años escogí la protección en vez del placer, por eso tenía sexo seguro; no era porque quisiera, sino porque proactivamente decidí cuidarme. El sexo sin condón es otro nivel. La diferencia sensorial es astronómica. El intercambio de fluidos, el calor que produce la piel a piel y saber que estás tomando parte en una actividad riesgosa hace que el acto sea incluso más emocionante. Inicié mi vida sexual a los 14, pero siendo honesto, no empecé a disfrutar del sexo sino hasta los 22, cuando me pasé al lado oscuro de la fraternidad bareback.


Me volví loco. Tres, cuatro hombres distintos a la semana. Tríos y orgías ocasionales. Grindr, Manhunt y Twitter constantemente alimentando la sed de sexo. ¡Qué rico, hijueputa! Me sentía bien, con energía, un macho, un dios griego.

La norma masculina en la comunidad gay

La norma masculina no afecta solamente a los heterosexuales. Los que pertenecemos a la comunidad gay también debemos enfrentarnos a estos demonios. Los hombres oprimidos por visiones culturales de masculinidad se “deshacen” de su propia vergüenza en la humillación a otros. Por eso es, por ejemplo, común que el hombre afeminado sea humillado por el «masculino». Este último usualmente repite el trauma de su propia juventud sobre alguien más.

Por otro lado, casi todos los hombres gays crecemos sintiéndonos avergonzados por no ajustarnos a las expectativas culturales de lo que es «un hombre de verdad». La sociedad heteronormativa nos dice a los hombres que debemos ser fuertes, dominantes y que las emociones representan debilidad. En la comunidad gay la masculinidad no deja de ser un punto importante en las relaciones sociales. La masculinidad es fetichizada; es decir que cuánto más «masculino», más deseado serás. Esto me introdujo personalmente en un conflicto. En contraste con esta norma mi naturaleza masculina es dócil y emocional. No soy un hombre dominante y tampoco un «hombre de hombres».

Por ello el bareback me hizo sentir más masculino y en apariencia diluyó el problema. Me apetecían más (supongo que esto también se debe a mí papel como «activo»), me seguían más, me pedían más. Por primera vez era yo quien decía cuándo, en dónde, cómo… Me sentía poderoso. La nube de vergüenza sobre mi masculinidad ya no estaba ahí. Yo tenía el control.

El diagnóstico

En la semana de mi vigésimo quinto cumpleaños me dio una amigdalitis estreptocócica. Fue bárbara. Fiebre, dolor al tragar, rastros de pus. Arruinó por completo mis planes de celebración. Tomé antibióticos y días después me sentí lo suficientemente bien para salir de casa. En camino a encontrarme con mis amigos, estando en un Transmilenio, me puse una mano sobre la nunca por pura casualidad… Y sentí… Bolas… Mis ganglios inflamados. Los ojos se me abrieron. Tengo VIH. Lo supe en ese instante.

Yo Racional.—¡Jajajajaja! ¡JAJAJAJAJA! ¿No te lo dije?

Mantuve la calma. Respirando por mi nariz. No podía evitar sentir los nervios. Nunca en la vida se me habían inflamado los ganglios. He sufrido de amigdalitis estreptocócicas antes, y fiebres, infecciones, sinusitis… Pero… Esto no había pasado. Mi mente rápidamente buscaba razones que explicaran los ganglios. Quizá no sea VIH. Tal vez solo sea a causa de esta amigdalitis. O sea… Esta vez me dio más duro de lo normal.

Yo Racional.—Sí, te dio duro porque tienes VIH. Bienvenido al mundo del SIDA.

Ser positivo

Procedí a sacar cita por medicina general. Le expliqué al médico que era barebacker, y llevaba dos años sin hacerme la prueba, solicité que me la hicieran a la brevedad. Llegó el día. Me levanté a las 5:30 am. A las 6:45 me estaban sacando la muestra de sangre. A las 10:30 me llaman, me dicen que debo regresar al día siguiente porque necesitan hacerme la confirmatoria. Lo tengo. La ELISA, que es la primera prueba de VIH, tiene un margen de error del 2%. Lo tengo. Al ser el resultado positivo, se hace el Western Blot, la que determina con total certeza que el virus está presente.

La doctora, quién me confirma soy VIH positivo, me pregunta cómo me siento. Le digo que ya estaba mentalmente preparado para recibir este diagnóstico, amablemente rechazo su oferta de hablar con un trabajador social. Ahora… ¿Qué sigue? Soy remitido a un centro médico especializado para pacientes con mi condición, donde más pruebas médicas esperan. Me asignan un infectólogo, quien lee los resultados. Tengo un conteo de CD4 de 730 y una carga viral de 135 mil copias. Finalmente el doctor me prescribe un tratamiento antiretroviral: las dos pastillas que debo tomar a diario de ahora en adelante. Él estima que en dos meses la carga viral será indetectable.

No fue el fin del mundo. Seguramente, me puse a pensar, cuanto más cerca de la muerte estoy me siento más vivo… ¿Por qué? ¿Acaso eso es lo que yo quería? ¿Qué se me acabara el mundo? Odiaba mi vida, mi trabajo y mis decisiones. Las drogas y el sexo me dieron un refugio temporal, pero la realidad es inescapable. Al final, lo único que puedes hacer es enfrentarla.

El aprendizaje del VIH

Aquellos que participamos en actividades autodestructivas lo hacemos porque, inconsciente o conscientemente, estamos intentando huir. Entregarse al exceso es señal de insatisfacción personal. Hablo por mi experiencia. La droga y el sexo se convirtieron en trabajo, una rutina más, otra forma de autodaño. El bareback me tragó cuando la coca cesó su efecto. Estaba reemplazando una adicción por otra. Y así, matándome poco a poco.

Ahora, a mis 27 años, finalmente reconozco que las cosas más importantes en la vida son clichés. Mi Yo Adolescente siempre lo supo… Soy un hombre enamoradizo que ha fallado en tener una relación trascendental con alguien… El sexo era lo más cercano que tenía a eso. Creo que, en mi caso, viene siendo hora de explorar la estabilidad, experimentar amor e intimidad con alguien más, concentrarme en el contenido del interior, en la raíz de mis emociones, y no tanto en el hedonismo.

La resolución final

Renuncié a la industria del servicio al cliente y me puse a hacer lo que me gusta: escribir.

En Colombia somos cientos de miles los que vivimos con esta condición. No obstante, el estigma persiste y de vez en cuando sale despavorido el que no está educado sobre el VIH/SIDA. Sin embargo, conocer gente no ha sido un impedimento; los pretendientes abundan, pero como siempre la monogamia es escasa.

Este virus ha cambiado mi vida. Me ha hecho ser menos impulsivo y más racional. Me obligó a ver dentro de mí, a no ser tan duro conmigo mismo, a preguntarme más seguido por qué hago lo que hago e identificar los elementos en mi vida que literalmente me hacen querer morir, para trabajar en ello.

Somos una sociedad emocionalmente ignorante. Debemos dejar de fingir que podemos ser fuertes e irrompibles las 24/7. Está bien no estar bien. Y finalmente, está bien pedir ayuda.

Glosario

Bareback: Término usado para referirse al sexo sin uso del condón.

Carga Viral: Es la cantidad de VIH en la sangre. Cuanto menor sea la carga viral, menor será la cantidad del virus en el organismo.

CD4: Los glóbulos blancos que combaten infecciones y desempeñan un papel importante en el sistema inmunitario. Una persona saludable debe tener un conteo de CD4 de 500 a 1200. Un conteo de 250 a 500 significa un sistema inmunitario debilitado. Un conteo de 200 o inferior indica SIDA y un alto riesgo de infecciones oportunistas potencialmente mortales.

ELISA: Examen de laboratorio comúnmente usado para detectar anticuerpos en la sangre. Un anticuerpo es una proteína que el sistema inmunitario del cuerpo produce cuando detecta sustancias dañinas, llamadas antígenos. Es la primera prueba de VIH que se realiza.

Indetectable: Los análisis pueden llegar a detectar a partir de las 20 copias de VIH por mililitro de sangre. Se considera que una persona es indetectable cuando presenta menos de 50 copias por mililitro. Hay evidencias contundentes de que las personas que viven con una carga viral indetectable no pueden transmitir el VIH mediante el intercambio sexual.

Poz: Término para referirse a quienes son VIH positivo. Adoptado también por miembros de la comunidad gay.

SIDA: Un diagnóstico de SIDA se basa en una disminución del recuento de linfocitos CD4 por debajo de 200/mm3 y la presencia de ciertas infecciones oportunistas.

VIH: Virus de la Inmunodeficiencia Humana. El VIH ataca y destruye los linfocitos CD4. La pérdida de linfocitos CD4 dificulta la lucha del cuerpo contra las infecciones y ciertas clases de cáncer. Sin tratamiento, el VIH puede gradualmente destruir el sistema inmunitario y evolucionar al SIDA.

Western Blot: Técnica de laboratorio que permite detectar el antígeno P24 en la sangre, el cual confirma la presencia de VIH.

3 Respuestas a “Poz boy”

  1. Más allá de ser la historia de un hombre gay, es la historia de todos los que de alguna manera nos hemos visto disminuidos por alguna situación o persona, es muy fácil perdernos y olvidar quienes somos, leer esto da fuerza.

    GRACIAS POR TU MENSAJE

  2. Es un orgullo para el género gay que alguien de a conocer como se siente en realidad, no solo de forma física sino de forma mental. Es un hecho de vida es un testimonio de cada día. Felicitaciones

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