Actualizado el jueves, 13 octubre, 2022
El arte y la historia del arte han contado una parte. Artistas como Harmonía Rosales cuentan aquella que hace falta.
Un privilegio masculino
El arte y la historia del arte han sido un privilegio masculino. Mejor todavía, un privilegio de los hombres blancos europeos y norteamericanos. Si examinamos los principales libros de referencia (de culto) en historia del arte1, o si vamos a los principales museos del mundo: el Louvre, el Prado, el Metropolitan Museum of Art, el British Museum, el Ermitage, el Museo del Vaticano, etc., nos daremos cuenta de que de un 100% de artistas, aproximadamente el 0,9% son hombres afro y el 0,08% son mujeres artistas. Por el contrario, como objeto de la producción artística, tenemos entonces que el 44,3% de los desnudos son femeninos y que el 18,9% son desnudos masculinos (donde la mitad de estos desnudos o semidesnudos son de Jesucristo2).
Estos elementos de desigualdad en la concepción del arte, de lo bello, lo feo y de su legitimación a través de la historia (incluyendo la belleza de la provocación y del consumo3), hacen parte de una historia que se cuenta en las grandes academias y que ha hecho parte de la cultura. En la última década, investigadoras e investigadores de la historia del arte, han dedicado una gran cantidad de esfuerzos por recuperar nombres, biografías y obras de las numerosas artistas que no solamente han hecho parte de la historia del arte, sino que han hecho la historia del arte4. A dichos esfuerzos se suman los de numerosas artistas del tiempo presente que, a diferencia de sus antepasadas en los siglos anteriores, pueden aspirar a un mayor reconocimiento, sea en vida, o en los años a venir.
Dentro de la gran cantidad de artistas, entre 2017 y 2022 ha venido haciendo carrera una joven artista llamada Harmonía Rosales, de origen afro-cubano, cuya principal preocupación artística se ha centrado en el empoderamiento de las mujeres negras en la cultura occidental. Sus pinturas representan y honran a la diáspora africana:
La artista está completamente abierta al flujo y reflujo de la sociedad contemporánea en la que busca reinventar nuevas formas de belleza estética, acurrucada en algún lugar entre el amor puro y la contrahegemonía ideológica. Cuando era niña, los maestros del renacimiento, la habilidad y la composición impecables la fascinaban, pero nunca pudo identificarse porque representaban principalmente una jerarquía masculina blanca y la mujer subordinada idealizada inmersa en una concepción eurocéntrica de la belleza.
Biografía, Harmonia Rosales
Una nueva Fornarina en la historia del arte

Dentro de los numerosos antecedentes que se pueden mencionar en este esfuerzo de Harmonía Rosales de darle la vuelta a la historia o, como diría Walter Benjamin, de “cepillar la historia a contrapelo”, existe una referencia cultural que, aunque distante en el tiempo y en el espacio, da cuenta del gran impacto histórico de la obra de Rosales. Se trata de la artista Maria-Guillemine Benoist y de su pintura Portrait d’une négresse del 1800 (fig. 1) [en castellano: Retrato de una negra].
Benoist, en cuanto alumna de Élisabeth Vigée Le Brun, una de las más importantes artistas de su tiempo y en cuanto alumna del taller de Jacques Louis David, realizó esta fascinante obra que es, justamente, un punto de encuentro entre el arte del retrato de su maestra y el arte neoclásico del gran David, quien, para entonces, estaba a unos pocos años de convertirse en el primer pintor del futuro Imperio francés.
Sin embargo, la obra era al mismo tiempo una gran provocación, tanto en la elección del sujeto, como la paleta de colores que usó la artista. Benoist, que se había inspirado claramente en la Fornarina de Rafael, había elaborado la primera Fornarina afro de la historia, pero no se queda allí. Esta nueva Fornarina además estaba revestida con colores alusivos a la bandera revolucionaria: era a la vez una alegoría y a la vez una clara afirmación de las leyes abolicionistas que la Convención había aprobado en febrero de 1794. La paleta de colores, por su parte, implicaba afrontar el tema de la piel oscura.
En el neoclasicismo la celebración de la dignidad de la pose es al mismo tiempo la celebración del blanco de los monumentos y de la piel clara de héroes trágicos y valientes. Benoist, con gran destreza, había realizado en esta misma pintura tres cosas hasta entonces inconcebibles: una alegoría de la libertad en su máxima expresión (en cuanto negación de cualquier forma de esclavitud), había superado la negación neoclásica de celebrar la tonalidad oscura de la piel y, al mismo tiempo, había hecho un grandísimo homenaje a la sensualidad y delicadeza de la obra de Rafael.
Se trataba además de un verdadero manifiesto del feminismo del siglo XIX, como aquel de la gran activista política y contemporánea de la artista, Olympe de Gouges, quien había dedicado una parte importante de su pensamiento político a la cuestión de la ciudadanía de las mujeres y de los afrodescendientes, es decir, a dos pilares esenciales de la comunidad francesa5, marginados de la Declaration des Droits de l’Homme et du Citoyen6.
Esta obra de Benoist, como muchos de los trabajos de Harmonía Rosales, buscaba entonces crear un mensaje, cuyo objetivo no es configurar “no es crear un ideal o simplemente copiarlo, sino crear un sentido de la armonía, de un yin para el yang”. Rosales presenta para nosotros una serie de obras desde ese punto de vista que, como en el caso de la Fornarina, tenían la necesidad de encontrar su propio equilibrio histórico.
Tal es el caso de Birth of Osun (2017), cuyo referente es El nacimiento de Venus de Boticelli (Galleria degli Uffizi, 1845c.), y que da la vuelta a un viejo y limitado ideal de belleza; o Virtous Woman (2017) (fig. 3), versión que contrasta el Hombre Viturvio (Galleria dell’Accademia, 1490c.) de Leonardo, contestando a aquel ideal de proporción científico-artística, con uno de proporción política, en términos de género y de raza.
En esta misma dirección, uno de los más imponentes cuadros de Harmonía Rosales a causa de su carga semántica es la Creation of God (2017) (fig. 4), cuyo punto de partida es el famoso fresco de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, pero renovando el mito por completo: dios no es ni hombre, ni blanco; ni Adán es el primer hombre blanco. Ahora hay una diosa, sabia y serena, afro, que da vida a una primera mujer, a imagen y semejanza de su creadora. Solo se mantiene la distancia filosófica entre ambas manos.
En esta línea, la misma idea del hijo redentor, se convierte en una hija redentora, obra cuyo título da voz a siglos y siglos de historia: I exist (2017). De hecho, la mujer de la derecha, se asemeja no casualmente a Sojourner Truth, una de las más importantes activistas afroamericanas de la lucha por la abolición de la esclavitud y por los derechos de las mujeres en el siglo XIX. Así:
Los cuerpos negros femeninos en sus pinturas son un recuerdo de sus ancestros, expresados en una forma de sanar y promover el amor propio. Además, los enfoques que nutren el arte de Harmonía Rosales están íntimamente ligados a su origen multicultural afrocubano. Las etéreas creaciones que da a luz sobre lienzo son sinónimo del empoderamiento femenino y la aceptación cultural con la que ha lidiado.
Biografía, Harmonia Rosales
Lo sacro y lo profano
De hecho, el cristianismo en cuanto forma religiosa predominante dentro de la cultura occidental, ha decido la forma, el aspecto y la raza de las figuras salvíficas, así como de aquellas que se oponen al programa de redención. Cuestión que afronta Harmonía Rosales en sus obras Lady of Regla (2020), Assumtion of a women, Birth of Eve, The Virgin (2018), que nos ofrecen toda una constelación iconográfica, que desafía dicha versión estética y racial de siglos y siglos de evangelización: una anunciación afro, ángeles afro, e incluso una Eva reconciliada con la serpiente. En Still we rise (2021), por ejemplo, encontramos un cielo de redención afro, como aquel que dibujan los cantos de emancipación de los esclavos fugitivos que escapaban de la zona sur de los Estados Unidos antes y durante la guerra civil. De hecho, uno de los protagonistas de la pintura sostiene la bandera confederada en llamas.
Todo un repertorio de imágenes cuya forma y contenido evocan una nueva sacralidad, cuyo punto de partida estético recuerda las formas artísticas más importantes de la pintura medieval, aquella de los retablos góticos del 1300 y 1400, pero con el fin dar lugar a una historia nunca antes contada. En este caso, la asociación religiosa no es un fin, sino un medio. En este sentido, cada cuadro es profundamente contemporáneo. La pintura sacra, desde sus orígenes en el cristianismo, ha sido
una herramienta pedagógica para alcanzar un fin superior, la historia que cuenta la pintura es un medio para comprender los misterios divinos. En este caso, de manera inversa, la verdadera sacralidad del cuadro consiste en asumir el compromiso histórico de superar cualquier forma de discriminación, como aquella que se denuncia con claridad en Crucifixión (2019) o en Stigmata (2019), pinturas que afrontan directamente los horrores de la esclavitud.
Si por una parte, este complejo universo es una respuesta refinada y potente, sofisticada y llena de ímpetu, a toda aquella historia del arte hecha no solo de belleza y exquisitez, sino de exclusiones y marginaciones, por otra, asume también la tarea de ponernos en diálogo con esencias mitológicas Afro, que dan cuenta de una grandísima riqueza de la cual no hemos escuchado hablar mucho, porque habíamos puesto los ojos solo en una parte de la historia, en una, que aunque parece grande, resulta ser pequeña. Se trata de aquellas pinturas que nos ponen delante de figuras divinas como Ogun (2020) Shango (2021) Yemaya, Oshosi (2019), y de figuras de poder como Nzinga o Nkuwu (2020).
Una nueva (H)armonía
Antes de que la filosofía modelara el concepto de armonía y antes de la existencia de cualquier canon artístico, la palabra ἁρµονία se usaba para indicar unión, proporción y acuerdo. Se trata de un sustantivo femenino que, luego, para Pitágoras, fue útil para señalar la concordancia entre elementos distintos que genera agrado, así en los movimientos matemáticos de la creación musical, como en el movimiento de los cuerpos celestes.
La nueva armonía propuesta por Rosales nos retrotrae a aquel viejo concepto, donde la unión, la proporción y el acuerdo, vienen justamente no tanto de reglas o ideas fijas a propósito de lo bello en el arte, sino del diálogo y de la apertura de una historia abierta, capaz de repensarse constantemente. De aquí se puede comprender porqué en la página oficial de la artista detrás de la imagen, en la sección Biography, se encuentra su cuadro Creation Story (2021), con todo y que este representa.
Referencias
[1] E. Gombrich, The Story of Art, Phaidon Press, 2015; G. Argan, L’arte moderna, Sansoni, 1988; M. Archer, Art since, Thames & Hudson, 1960; A. Cauquelin, L’art contemporain, Presses Universitaires de France, 1992; H. Wölffin, Principles of Art History, Dover, 1950; Dempsey, Styles, Schools and Movements, Thames & Hudson, 2002; C. Giuli e M. Fagionlo, Guida Alla Storia dell’Arte, Sansoni 1977; W. Horst, History of Art for Young Peaople, Abrams, 1987; H. Chipp, Theories of Modern Art, University of California Press, 1996; S. Farthing, Art: The Whole Story, Thames & Hudson, 2010; L. Benevolo, The History of the City, The MIT Press, 1980. http://historyof-rt.org/
[2] De acuerdo con la investigación realizada por el grupo de artistas y colaboradores del http://historyof-rt.org/ . Los resultados de la investigación y las estadísticas aquí presentadas han sido publicados en A. Carvalho, B. Moreschi, G. Pereira, «A história da _rte: desconstruções da narrativa oficial da arte», en Revista do centro de pesquisa e formação / Nº 8, julho 2019, pp. 23- 46.
[3] U. Eco, Storia della Bellezza, Bompiani, Milano, 2002.
[4] A. Caso, Grandes maestras: Mujeres en el arte occidental, Renacimiento-Siglo XIX, Libros de letra azul, Oviedo, 2017; Id. Las Olvidadas: una historia de mujeres creadoras, Barcelona, Planeta, 2005; W. Chadwick, Mujer, arte y sociedad, Barcelona, Destino, 1992.
[5] O. de Gouges, Déclaration des droits de la femme et de la citoyenne: écrire et combattre pour l’égalité, s.e., 1791. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k64848397/f6.image
[6] P. Rudan, Donna, storia e critica di un concetto polemico, Mulino, Bologna, 2020.

Hernán Rodríguez Vargas es Ph.D. en Estudios Literarios, Lingüísticos e Históricos de la Università degli Studi di Salerno (Italia). Ha dedicado los últimos años de estudio a la Historia Contemporánea, la Cultura Visual, los Estudios de Género y a la Public History. En su tesis doctoral examina la triple relación entre guerras civiles, circulación de imágenes y procesos de Nation Building del siglo XIX, la cual fue determinante para la configuración de memorias e identidades del mundo contemporáneo. Ha realizado sus estudios post-doctorales en l’Istituto Italiano per gli Studi Storici Benedetto Croce (2020-2022) con el proyecto Guardare la guerra con nuovi occhi, Fotoreportage e giornalismo illustrato nella seconda metà dell’Ottocento (1853-1876).