Actualizado el lunes, 14 marzo, 2022
Las inseguridades por el tamaño del pene son uno de los complejos más frecuentes de los hombres, muchos tenemos en la cabeza el dato de nuestro largo y nos sentimos juzgados por él. Vale la pena preguntarnos por la normalidad, si en realidad importa y sobre todo de dónde sale esa inquietud.
¿Lo tengo pequeño?

Arranquemos con el dato: el tamaño del pene erecto promedio es 13.12 cm (fig. 1). En el 2014, 2 investigadoras y 3 investigadores del Reino Unido revisaron 20 estudios previos realizados en diversos países de Oceanía, Asia, Europa, América del Norte y África, y encontraron que de los 15521 penes medidos, 14775 (95%) tiene una longitud erecta de entre 9,80 cm y 16,44 cm.
Es decir, gente: solo el 0.1% de los penes superan los 18 cm, y los contratan en el porno. Por otra parte, se encontró que no hay otras características morfológicas asociadas. Ni el largo del pie, ni los largos de los dedos, ni la estatura, ni el índice de masa corporal, ni el peso tienen relaciones estadísticamente significativas con el largo del genital. Esta independencia va en la misma línea de otro estudio que desmiente los prejuicios raciales respecto al tamaño del pene o al desempeño sexual.
Este estudio es considerado como uno de los más fiables realizados, no solo por la gran muestra que se analizó, sino porque eran los investigadores o profesionales de la salud los que se encargaban de medir el tamaño del pene. En las primeras investigaciones realizadas en el tema había mucha variabilidad en los datos, en especial si se consideraba la toma de muestras: cuando se confiaba en las mediciones hechas por los mismos hombres las medidas rondaban los 15,7 centímetros, 15% más que cuando la medición la realiza un tercero. La inseguridad es suficientemente grande para que los hombres, como colectivo, mintamos sistemáticamente en estudios científicos, incluso considerando lo poco que tiene que ver con nuestra actividad sexual. ¿Será que nuestras parejas (hombres o mujeres) le dan misma importancia al tamaño del pene que le damos nosotros?
¿Importa el tamaño del pene? El caso de las mujeres heterosexuales

En el 2002 se encuestaron 170 mujeres heterosexuales y se les preguntó qué tanto les interesaba el tamaño del pene a la hora de tener relaciones sexuales. El 77% de las mujeres consideraban que el largo era no importante o completamente irrelevante, pero esa proporción se reducía al 67% cuando se trataba del ancho (fig. 2). Según la investigación, esta diferencia podría radicar en “el hecho que el ancho del pene está asociado a mayor contacto entre el pene, la vagina y el clítoris, [y] a una impresión de llenura dentro de la vagina”. Otro estudio más reciente y con un muestreo más grande (52 031 personas heterosexuales) encontró resultados similares: el 85% de las mujeres están satisfechas con el tamaño del pene de sus parejas.
Como veíamos antes, las mujeres encuestadas suelen asociar el ancho con la sensación vaginal y la estimulación en el clítoris durante la penetración. Pero como la penetración no es ni única ni la más frecuente forma de obtener placer tiene sentido que no importe si el pene es grande o pequeño, delgado o ancho. En una encuesta realizada a 419 mujeres al preguntarles por su actividad sexual en pareja, solo el 34 % reporta tener orgasmos por medio de la penetración vaginal. Las formas más frecuentes de venirse son la estimulación manual y oral del clítoris, y no tienen nada que ver con el tamaño del pene.
¿Importa el tamaño del pene? El caso de los hombres homosexuales
La cosa cambia en parejas homosexuales. En el 2007, se entrevistaron 24 australianos homosexuales y se les preguntó por la relación entre el tamaño del pene, la calidad de la actividad sexual y la masculinidad. Respecto a la calidad de la relación sexual, los hombres jóvenes relacionaron un pene grande con un buen polvo mientras que en los mayores esta relación no es tan clara. Por otra parte, cuando se les preguntó por la relación entre la masculinidad y el tamaño del pene, la respuesta fue prácticamente unánime: un hombre con pene más grande se ve más masculino. Esto, según los investigadores, parte de la idea de que el hombre es masculino cuando es fuerte, musculoso y grande, que en el ámbito sexual se asocia al tamaño del pene.
Entonces, ¿cuál es la joda?
La importancia asignada se ve también reflejada en su propia percepción. En 1999 se compararon los reportes de hombres heterosexuales y homosexuales respecto al tamaño de su pene: En concordancia con los otros estudios, los hombres heterosexuales reportaron en promedio 15.21 centímetros de largo (14% más del promedio real), mientras que los hombres homosexuales reportaron 16.05 pulgadas (22% más que el promedio real). En la investigación se explica que, esta diferencia es debida a sesgos de favorabilidad social (es decir, mentir para agradar) y no a factores biológicos.
Resumiendo hasta acá, los hombres solemos exagerar el tamaño de nuestros penes, a nuestras parejas mujeres no les importa tanto y a nuestras parejas hombres sí (porque también son hombres). De hecho, este tema nos acompleja mucho más que otros, en 1996 le preguntaron a hombres jóvenes acerca de cómo se comparaban con otros respecto a aspectos físicos asociados a la masculinidad. Para sorpresa de nadie, cuando preguntaron por el tamaño del pene, solo 5.3% de los hombres se sentía mejor o mucho que el promedio (fig. 3).

Figura 3 Comparación de los hombres respecto a sus compañeros en aspectos corporales. Elaboración propia a partir de los datos de Lee (1996).
¿De dónde viene esta ansiedad? ¿Qué es lo que nos pasa? Algunos estudios incluso descartan que se traten de factores evolutivos pues el tamaño del pene no influye en la reproductibilidad del individuo ni en su supervivencia. Entonces, no hay elementos intrínsecamente biológicos en el asunto, tampoco factores evolutivos. Entonces, ¿qué es?
El tamaño del pene y la sexualidad masculina
Hay muchas características morfológicas que se asocian con la masculinidad: los bíceps, la espalda, la estatura, el vello, etc. pero es el pene que nos da nuestra masculinidad en la actividad sexual. En la cabeza de muchos hombres están estas asociaciones: excitación = pene erecto, masturbación = tocarme el pene, porno = video con el pene penetrando, sexo en pareja = meter el pene en algún lado, orgasmo = pene eyaculando, foto erótica= foto del pene. Y aunque todo esto o es una verdad muy a medias o es mentira, lo tenemos interiorizado hasta el tuétano. Creemos que el pene es nuestra sexualidad y nuestra masculinidad.
Pero no: la excitación involucra todo el cuerpo, hay muchas partes que estimular en las prácticas auto y socio-eróticas, el porno no siempre tiene que mostrar penetraciones, el orgasmo no siempre pasa al tiempo que la eyaculación, y no, las dickpicks no son las mejores fotos eróticas.
Hemos reducido nuestra sexualidad a nuestra genitalidad, en parte porque nos criaron así. Las clases de educación sexual que recibimos eran acerca de qué es el pene, cómo funciona, cómo se le pone un condón y qué enfermedades tiene, y ya. ¿Qué parte del cuerpo con pene se censura en las fotos de las redes sociales? Pues el pene. Al dedo le decimos dedo, al labio labio, al ano ano, al pezón pezón, a la lengua lengua, a la parte trasera de la rodilla parte trasera de la rodilla, ¿y al pene? Verga, pito, amiguito, pipí, polla, entre muchas otras. Así nos educaron y nosotros seguimos reproduciendo esa equivalencia.
Tamaño del pene y poder
Hasta ahora estábamos dentro de la subjetividad masculina y sus asociaciones sexuales, pero ¿eso que tiene que ver con nuestras parejas? El estudio que descarta los factores evolutivos menciona un punto importante de la joda con el tamaño del pene: en el momento que nuestras parejas mujeres ganaron voz y voto sobre su sexualidad, nosotros nos tuvimos que cuestionar muchas cosas.
Como ahora sí pueden escoger libremente sus parejas entonces ya no podemos salir con cualquier cosa, como ahora el placer femenino sí vale entonces creemos que no vamos a dar la talla, como ya no podemos violar tenemos que pensar en una sexualidad de dos. Perdimos el poder de ser egoístas, de pensar solo en nuestro placer, y sobre todo de poseer el cuerpo ajeno. Ya no hay un objeto en frente nuestro, ahora hay un sujeto que no se la deja montar, con el que hay que dialogar como pares.
El poder a través del placer
Esta revolución pudo llevarnos a replantear las lógicas de poder que hay en nuestra cabeza, a escuchar a nuestras parejas, a reforzar (tal vez a aprender) la idea del consentimiento, a conocer el cuerpo de la persona que está enfrente. Pero no, teníamos que seguir siendo los machos dominantes por algún lado y por dónde mejor que por nuestro signo de la masculinidad: El pene, y el pene grande. Si ya no soy el macho que puede comprar a una mujer o emborracharla para violarla, pues voy a ser el macho del pene irresistible. Es como si el tamaño del pene fuera el escape cobarde a las preguntas respecto a nuestra masculinidad. Es la nueva forma de ser machos, homosexuales, hetero, bi, pan o lo que sea, pero machos.
Macho que se respete no solo tiene el pene grande, sino que además lo usa para dar placer. La idea del macho como dador de placer es la intersección de la idea del macho proveedor y del macho violador. Por una parte, los hombres creemos que tenemos a un saco de carne con hueco al frente, y por otra que tenemos que rebuscárnoslas para llegar con placer a la mesa: “hacerla venir”. Del violador tomamos el objeto que tenemos al frente, incapaz de agencia, y del proveedor el llamado a encargarnos, de gestionar y resolver. Y por transitividad, la idea del hombre mantenido y la idea del hombre virgen es tan castigada por la sociedad patriarcal como la del hombre de pene pequeño, esa también es la joda.
Tamaño del pene y placer
Carolina González[11] explica una causa de esta joda en las relaciones heterosexuales: Al objetivizar y quitar la agencia de la sexualidad de las mujeres, los hombres se cargaron la responsabilidad del placer de la mujer y del hombre; si una mujer se viene es por el hombre, si la mujer lubrica es por el hombre. Y no. Las prácticas socio-eróticas son una actividad con la otra, pero sobretodo con uno mismo. Nadie es responsable del placer de otra persona, cada una es dueña, conocedora y agente de su cuerpo. Que la otra persona lo visite, lo ayude y lo conozca es otra cosa, pero cada cual con su cuerpo.
Nadie es responsable del placer de otra persona, cada una es dueña, conocedora y agente de su cuerpo. Que la otra persona lo visite, lo ayude y lo conozca es otra cosa, pero cada cual con su cuerpo.
Tamaño del pene y penetración
En la pornografía homosexual masculina, el hombre activo tiene el pene 7 centímetros más grande que en el hombre pasivo. Aunque todos sabemos que la pornografía es muy diferente a la realidad, sí da cuenta de nuestros imaginarios. Si el poder está asociado al pene, y el pene es más grande en quien penetra, es sensato decir que el acto de penetrar puede ser una forma de ejercer poder. Tanto es así que el acto de penetrar al hombre heterosexual no se llama penetrar, así como se llama con las mujeres hetero o a los hombres gay, no, eso le quita el poder, se le llama pegging para que no se confundan. Entender la penetración como un ejercicio de poder explica por qué nos importa tanto: necesitamos ejercer el poder que antaño nos quitaron y por eso no centramos en la penetración.
La obsesión llega al punto que parece que las actividades socio-eróticas fueran solo una: penetrar, y el “pre” solo es el camino para llegar allí, una preparación jerárquicamente inferior a la penetración, un medio y no un fin. Y pues no. Una de las cosas bellas del juego de categorías del grupo Familia y Sexualidad (dirigido por la Dra. Vargas- Trujillo) respecto a las prácticas socio-eróticas es que le da el mismo valor a las actividades penetrativas y no penetrativas.
Abrazar, recorrer brazos y piernas con la boca, tocar la piel, besar la espalda, jugar con texturas, hacer sexo oral, masturba son prácticas tan valiosas y satisfactorias como la penetración. Ese “pre” es increíble para todas las personas y para eso no se necesita un pene grande. De hecho, cuando inicia la penetración, la actividad sexual se va a acabar en 11-13 minutos. La penetración es el principio del fin.
Conclusión y recomendaciones
La joda con el tamaño del pene no está anclada a una realidad fisiológica de generación de placer, tiene más que ver con los cuestionamientos a nuestra masculinidad y a cómo entendemos las actividades socio-eróticas. Como hombres tenemos que reconocer y desconstruir nuestras lógicas de poder macho y de dadores de placer, y tenemos que descubrir el mundo completo de la sexualidad. La receta de besos, oral pa’ aquí, oral pa’ allá, penetración y fin es muy obtusa considerando el mundo de posibilidades que tenemos en nuestros cuerpos. Para hacerlo tenemos que conocerlos en la masturbación y explorarlo en pareja, al tiempo que escuchamos a nuestras parejas al compartir en los espacios socio-eróticos. No solo para que sea un mundo con menos violencias contra las mujeres, sino para que todas las personas tengamos vidas sexuales más tranquilas y placenteras.
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Sebastián Rosales Cote (1994) es profesor, especialista en pedagogía y estudiante de la maestría en Educación. Su pregrado en Física, le llevó al bello y retador mundo de la educación sexual y reproductiva, el feminismo, y la educación como revolución.
Este análisis tiene un aspecto “positivo” al intentar dar cuenta de forma sociológica, y brindando herramientas estadísticas, de una “general” obsesión con el tamaño del pene y la ceguera frente a centrar la sexualidad en este órgano más que en otros. Pero sin medida pareciera sumar formas de sexualidad bajo el indicador de “masculinidades”. Si la pregunta es ¿Cuál es la joda con el tamaño del pene? No debería entonces interesarnos ¿cómo disidentes de la masculinidad han re formulado las lógicas del pene como órgano principal en el acto sexual? Cuestiono esto porque la pregunta es amplia y general, cosa que creo se toma con ligereza. Siguiendo con eso, me parece un poco simplista, por no decir riesgoso, sumar a los “hombres” homosexuales a los riesgos que conlleva l sexualidad falocéntrica de los hombres heterosexuales. Sobre todo cuando hablamos de corporalidades, deseos y sistemas de parentesco tan diferentes. Si el punto es dejar la centralidad del pene no sería más relevante (antes que difuminar las lógicas del poder del género en el slogan liberal de “liberación sexual”) deformar la lógica detrás de lo que hace del pene el centro? Es decir, no sería más importante acabar con el “Hombre” que definió la centralidad de su cuerpo en el pene ? La sexualidad no conoce de géneros, cosa que pareciera estar de acuerdo el/la autora (su página no establece pronombres) pero también pareciera que todo el debate de la masculinidad estuviera en términos de la heterosexualidad. Es más, en el artículo se usa al “homosexual” como excusa para explorar las implicaciones en la heterosexualidad, no quiero decir apropiación para hacernos ver similares pero pues… El pene en relaciones homosexuales penetra la cavidad anal sin miedo o sin lógicas de reproducción (a menos que hablemos de subculturas del barebacking), nuestra centralidad del pene muchas veces reafirma la masculinidad pero en términos diferentes a los heterosexuales, al estilo: “somos hombres por el tamaño pero también porque podemos aguantar una verga gigantesca en nuestro ano”. Al final: no somos la misma masculinidad, no somos el mismo pene y por ende no somos iguales, la reformulación de las implicaciones de su joda con el “pene heterosexual” no va para el “pene homosexual”. Si vamos a hablar de “sexualidad masculina” sería bien interesante, por no decir respetuoso y consecuente, tener suficiente capacidad de afectividad para hacer las diferenciaciones precisas.
Besos y penetraciones anales para todxs.
La loca cuir.