Actualizado el miércoles, 14 septiembre, 2022
La testosterona a menudo se considera un regulador crítico del comportamiento agresivo. Hay evidencia de que la testosterona impulsa la agresión en algunas especies, pero en humanos la evidencia causal generalmente falta y es inconsistente. Testosterona y agresividad podrían no estar tan ligadas como se ha pensado hasta ahora. (Esto ha cuestionado incluso la forma en la que hasta ahora se ha comprendido y aceptado como masculinidad).
La testosterona ha gozado de cierta popularidad en los estudios desde hace un par de siglos. A mitad del siglo XIX se observó en experimentos con animales cómo la castración en pollos de 2 o 3 meses de edad afectaba su desarrollo. Sin los testículos ciertas características sexuales como la agresividad no aparecían. Posteriormente con la reimplantación se observó que esas características (incluyendo la agresividad) se desarrollaban normalmente. Los testículos son importantes en la secreción de la testosterona. Ello sugirió que la testosterona modula este tipo de comportamiento en los humanos.
Durante varias décadas se ha estudiado el papel de la testosterona en el comportamiento humano y en las diferencias de género. De hecho, que la agresividad y la testosterona van juntas en los varones se toma por una obviedad. Sin embargo, un artículo publicado en 2019 revisa varios de los estudios hasta entonces, y no solo sus resultados, sino también los métodos de los mismos. Se ha encontrado que la asociación entre testosterona y agresividad no es tan fuerte como parece. Y que hay que tener en cuenta no solo el género, sino también otros rasgos importantes en los individuos y en el entorno para comprender el funcionamiento de la testosterona.
Existen fuertes creencias sobre los efectos potenciadores de la agresión en la testosterona y algunas pruebas circunstanciales parecen consistentes con la idea de que la hormona puede promover la agresión: los grupos demográficos que tienden a ser más agresivos, particularmente agresivos físicamente y/u homicidas, tienen concentraciones más altas de testosterona que otros grupos demográficos. Sin embargo, los primeros estudios que examinaron más directamente a los grupos que se sabe que difieren en la violencia o las correlaciones entre la testosterona y la agresión dentro de una muestra dada de participantes encontraron un soporte mixto y/o débil para este enlace.
Is testosterone linked to human aggression? A meta-analytic examination of the relationship between baseline, dynamic, and manipulated testosterone on human aggression
Hay razones para creer que las conclusiones de muchos estudios no son fiables, y el vínculo entre testosterona y agresividad no parece definitivo, pues dichos estudios tienen ciertas características que los limitan y que generan otros cuestionamientos. Por ejemplo, muchos de esos estudios utilizaron reportes individuales de las personas sobre sí mismas, y el comportamiento autoinformado puede ser más propenso a sesgos, a respuestas inconsistentes y además puede que no siempre se registre el comportamiento agresivo.
Aunque no hay una respuesta definitiva sobre la testosterona hay que tener en cuenta muchas cosas más allá del género: 1. La testosterona responde al entorno: la testosterona no es estática sino que fluctúa en respuesta a las señales en el medio ambiente, y estas fluctuaciones inducidas por el desafío pueden ser más fuertes y con ello regular el comportamiento agresivo específico de la situación. En estudios donde la testosterona se asocia a la agresión en algún contexto competitivo van a tener resultados distintos de estudios basados en otros contextos.
Los cambios de referencia y dependientes del contexto en la testosterona mostraron asociaciones positivas, aunque relativamente débiles, con la agresión en los hombres. Por el contrario, en las mujeres no se observaron cambios en la testosterona de referencia y dependientes del contexto relacionados con la agresión. A pesar de las asociaciones positivas entre la testosterona endógena y la agresión en los hombres, no se encontró respaldo para determinar un efecto de la testosterona exógena sobre el comportamiento agresivo.
Además del contexto, 2. existen otros factores, como la personalidad. Ciertos rasgos de la personalidad como la dominación o la impulsividad moderan las asociaciones entre la testosterona y la agresión.
3. La aplicación de dosis de testosterona arroja resultados diferentes a los vistos en estudios de niveles naturales de testosterona. Los niveles naturales de testosterona están asociados débilmente a los cambios en los niveles de agresión. Pero la testosterona aplicada (exógena) no tiene los mismos efectos que la testosterona endógena. También la hora del día en la que se tomen las muestras puede producir variaciones.